Sí, claro que soy imperiofóbico, porque los imperios significan conquistas
militares (con todo lo que ello conlleva en muertes, torturas, violaciones,
encarcelamientos, saqueos, expolios, etc….) y explotaciones económicas
(esclavizaciones, trabajos forzados, división internacional del trabajo, mano de
obra barata, etc…). ¿Qué quieren que les diga?, a mí todo eso me parece mal.
El imperialismo es la principal causa de que existan países ricos y países
pobres (lo que se ha llamado desarrollo-subdesarrollo, Primer-Tercer Mundo, Centro-Periferia,
etc.). Actualmente, el imperialismo se hace respetando la aparente
independencia de los países dominados, y solo se recurre a la acción militar en
casos extremos.
La relación directa entre el Congreso de Berlín (1885) y la pobreza actual de África es, a mi entender, indiscutible. |
En los últimos tiempos, de forma paralela al auge del nacionalismo, se está
produciendo una reivindicación del imperialismo. En España, en esta labor ha
destacado el libro Imperiofobia y Leyenda
Negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español, de María Elvira
Roca, publicado en 2016, que ha gozado de una campaña publicitaria importante, desgraciadamente.
Lo primero que hice (y recomiendo que hay que hacer) fue leer la obra de
José Luis Villacañas Imperiofilia y el
populismo nacional-católico. Este profesor de la Universidad Complutense de
Madrid hace un acertadísimo análisis de la obra y las ideas que defiende Roca.
Casi que es aconsejable ir al segundo sin pasar por el primero.
Un libro lamentable
Cuando empecé Imperiofobia… creía
que me encontraría con un artefacto ideológico españolista que intentaba
blanquear una de la páginas más negativas de la historia de España, pero es
algo mucho peor, es una apología del imperialismo; defiende la desigualdad
entre humanos y el derecho que unos tienen a dominar a otros.
Me pregunto, ¿es el españolismo el que empuja a personas demócratas hacia
estas ideas predemocráticas?, o por el contrario ¿están aprovechando los no
demócratas la oleada españolista para recuperar y difundir esas ideas?
La señora Roca pretende demostrar que “la imperiofobia es una clase de
prejuicio racista hacia arriba,
idéntico en esencia al racismo hacia
abajo” (p. 31). Luego afirma:
“La otra cara de la moneda es el racismo que desarrollan los pueblos que ocupan una posición subalterna con respecto al pueblo que desencadena un proceso imperial y lo sostiene. Molesta sobremanera saberse en la segunda división de la historia. Este complejo de inferioridad es el que busca su alivio en la imperiofobia.”
Este libro es una propuesta ideológica similar a la del invento del
concepto “feminazi”, es decir, convertir la lucha de un colectivo por liberarse
de una dominación en un movimiento autoritario y de carácter dominador (racismo
o nazismo, en estos casos).
El siguiente paso será el de calificar el movimiento obrero como
“obrerinazi” por querer imponer a los pobres empresarios las reivindicaciones
de los/as trabajadores/as por encima de la iniciativa privada o la libertad
económica. O quizás sea el de acuñar el concepto “pedofilofóbico” para
denunciar el acoso que padecen los pedófilos cuando abusan de niños/as, unas criaturas que en
el fondo son unos/as acomplejados/as que no se dan cuenta del bien que les están
haciendo.
En ningún momento describe al imperialismo como conquistador, dominador,
explotador. En ningún momento expone las razones por la cuales el ejército de
un país decide atacar y conquistar territorios más allá de sus fronteras, es
decir asesinar, torturar, violar, secuestrar, saquear, esclavizar y explotar, lo
que Roca llama con el eufemismo “desencadenar y mantener un proceso imperial”.
Aquí vemos un grupo de marines desencadenando y/o manteniendo un proceso imperial en la República Dominicana en 1965. Las armas son porque estos procesos son amistosos y traen progreso y bienestar. Sobre América Latina ya escribí. |
Resulta que la legítima defensa de un grupo humano -que se reconoce como
nación, país o cualquier otra forma de organización colectiva- a ser conquistado,
dominado y explotado por una potencia imperialista es una forma de racismo hacia arriba, una muestra de
acomplejamiento. Yo no daba crédito a lo que estaba leyendo.
El libro es un ameno y erudito repaso a las propagandas antiimperialistas
que se generaron y se generan contra los cuatro imperios que analiza. Sin
embargo, hay varios sesgos que hacen de él una obra panfletaria y en ningún
caso asistida de rigor académico. Para introducir la Parte II cita a Orwell:
“Buena parte de los escritos propagandísticos son simple falsificación. Los hechos materiales son suprimidos, las fechas alteradas y las citas, sacadas de contexto y manipuladas para cambiar su significado.”
Este libro es precisamente un gran ejemplo de esos escritos propagandísticos. “Los
hechos materiales son suprimidos”. Podríamos poner decenas de ejemplos en este
infame libro. Cuando expone las “leyendas negras” de los fantásticos imperios
que defiende solo expone algunos hechos, pero de otros se olvida. ¿Las
resistencias al Imperio Romano solo fueron las de los intelectuales griegos que
ridiculiza? ¿A nadie le suena un tal Viriato?
Cuando hace falta para la promoción del españolismo sí que recordamos a los
héroes españoles, incluso los de siglos antes de que existiera España. El españolismo es capaz
de decir una cosa y la contraria sin inmutarse. Y como la resistencia de los
lusitanos, hay muchos más fenómenos en la Península Ibérica: Numancia, Indíbil
y Mandonio, Corocotta…. Sorianos/as, tenéis que cambiar el nombre de vuestro
equipo de futbol, ¡que sois racistas!
Retirada de la estatua de Antonio López, comerciante esclavista, en marzo de 2018, en Barcelona. Fuente:Ayuntammiento de Barcelona-La Vanguardia. Fotografía obtenida de un artículo que recomiendo: "El derribo violento de estatuas reabre un debate histórico: "el espacio público es para el homenaje"." (para leerlo, aquí) |
Otra omisión incalificable es la de olvidarse de mencionar que muchas de
las agresiones del imperio español o de los otros imperios que defiende
(romano, ruso y estadounidense) proceden de otros imperios, que, entonces, sí
son malos. Cuando se deshace en elogios a Blas de Lezo y ridiculiza al rey
inglés se le olvida decir que el Imperio Británico… ¡era un imperio! ¿Este sí
es malo? Las personas coherentes consideramos negativo un imperio tanto si nos
ataca a nosotros como si somos nosotros los agresores. Pedir coherencia a
los/as nacionalistas es mucho pedir.
“Citas sacadas de contexto y manipuladas”. Exactamente lo que ella hace. El
libro está lleno de “errores”. Buena parte de los argumentos que utiliza para
defender su tesis son citas a medias... Sobre este lamentable aspecto de la
obra ya se ha escrito y enlazo (aquí, aquí, aquí o aquí).
Las leyendas negras
El tema de la Leyenda Negra que se gestó contra el Imperio Español entre
los siglos XVI i XVII ha sido bastante recurrente en la historiografía del último
siglo, con importantes ramificaciones políticas. Por un lado están quienes
defienden que fue una invención de los enemigos del Imperio, de lo que se
deriva que España no fue tan mala y supongo que de ahí se debe derivar que
España ahora es un país fantástico y sin manchas en su pasado.
Por otro lado están quienes afirman que las acusaciones que recibió el
Imperio Español se basan en realidades, y que este cometió todo tipo de
barbaridades en los territorios que tenía bajo su dominio. Sin ser un especialista,
basándome en las lecturas de todo tipo que he hecho a lo largo de los años,
desde el debate Sánchez Albornoz-Castro, me incluyo en este segundo grupo. El
libro que nos ocupa no ha hecho más que reafirmarme.
Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), la obra en la que fray Bartolomé de las Casas denunció las barbaridades de la conquista de América. Recomiendo la lectura de la obra (aquí), aunque solo sea el capítulo de La Española (actuales República Dominicana y Haití), en el que relata diversos episodios de los que fue testigo presencial. |
A ver, el Imperio Español cometió tropelías, como todos. Y lo hizo en
proporción al territorio y el tiempo de su dominación. El argumento de que
otros hicieron las mismas cosas no exime al acusado de los cargos. En todo
caso, amplía la acusación al imperialismo en su conjunto, que es el objetivo de
este artículo, lo que intento decir.
Afirma que la resistencia al Imperio Español se debe a la propaganda ¿Realmente alguien se puede creer que las revueltas luterana y holandesa del
siglo XVI se debieron casi exclusivamente a la propaganda de los enemigos del
Imperio? La otra pequeña parte de las causas de las
revueltas fue, según la autora, por los intereses de ciertos grupos de la
nobleza.
¡Ah, ahora sí que aparecen los intereses de clase!, en este caso nobles
retrógrados que se oponían a la moderna monarquía hispánica. ¿Hace falta
recordar como evolucionaron España y los Países Bajos y Alemania hacia la
modernidad en los siguientes siglos? ¿Hace falta recordar como era de
retrógrada la nobleza de la Corona de Castilla? Las principales víctimas de la
nobleza castellana, aliada con la corte flamenca de Carlos I, fue la población
castellana.
Es muy curioso como en este libro el imperialismo hispánico (como todos los
demás) no obedece a los intereses de ninguna clase. En todo momento habla de
pueblos. Quizás los Comuneros, que también formaban parte del pueblo de
Castilla, nos hubieran dado otro punto de vista, pero perdieron la guerra
contra el modernísimo monarca imperialista. ¿A nadie le extraña el silencio oficial
y académico ante el 500 aniversario de la revuelta comunera?
"Cada
qual tiene su suerte. La tuya es de borracho hasta la muerte". Uno de
los panfletos contra José I, el hermano de Napoleón que impuso como rey. |
Pues claro que la Leyenda Negra contra el Imperio Español contiene
exageraciones y mentiras; como todas. ¡Pero si se trata de propaganda en medio
de un conflicto! Vamos a imaginarnos que un trasunto francés de la señora Roca
escribe un libro sobre la leyenda negra del Imperio Napoleónico. Dedicaría un
capítulo a las mentiras vertidas en España contra José I, conocido a raíz de
una extraordinaria campaña de difamación como Pepe Botella.
Además, diría el/la autor/a, Goya se inventó sus famosas obras relacionadas con la Guerra, porque no fue testigo directo.
Además, diría el/la autor/a, Goya se inventó sus famosas obras relacionadas con la Guerra, porque no fue testigo directo.
En conclusión, según las teorías que defiende este libro, el ejército francés vino a España a traer la democracia y unos acomplejados (y racistas, pues popularizaron el término gabacho) se opusieron y se inventaron una leyenda negra francesa, que incluía asesinatos, violaciones, saqueos, etc. Ahora nos iría mucho mejor si nos hubiéramos dejado dominar por los franceses et nous serions plus hereux et nous parlerions une langue plus universelle.
Imperialismo y clasismo
Me imagino que uno de los objetivos principales de este
libro es reforzar el nacionalismo español en la tesitura actual, en su
conflicto con el nacionalismo catalán. Sin embargo, lo que me ha dejado de
piedra no es la defensa del imperialismo español, sino la defensa del
imperialismo. Es una obra que va mucho más allá: defiende la desigualdad humana
y el derecho de unos a dominar a otros.
Este darwinismo social mal entendido surgió a finales del XIX y se
desarrolló a lo largo del XX para justificar las brutales desigualdades que
generaba el capitalismo y las atrocidades
que efectuaba el imperialismo. Lo explica muy bien mi maestro y amigo
Alejandro Andreassi.
Evidentemente, la conclusión final del proceso fue Auschwitz-Birkenau, fábrica donde los inferiores eran explotados y campo de exterminio donde los más inferiores de todos eran gaseados. Según la señora Roca debían ser unos acomplejados por no dejarse dominar por sus superiores del Imperio Alemán (Reich quiere decir Imperio, señores/as imperiofílicos, ¿vamos a por el IV?).
No hay que decir que recomiendo encarecidamente la lectura de este libro. |
Evidentemente, la conclusión final del proceso fue Auschwitz-Birkenau, fábrica donde los inferiores eran explotados y campo de exterminio donde los más inferiores de todos eran gaseados. Según la señora Roca debían ser unos acomplejados por no dejarse dominar por sus superiores del Imperio Alemán (Reich quiere decir Imperio, señores/as imperiofílicos, ¿vamos a por el IV?).
Como ya hemos comentado, la imperiofilia se basa en que hay unos
pueblos superiores que tienen derecho a
dominar a los inferiores. Para ello hace un alegato de la desigualdad y
describe como “natural” el poder de un rey sobre un territorio (Felipe II sobre
los Países Bajos, p. 231). Es por ello que afirma que la disciplina académica
Historia lo hace muy mal y analiza a los imperios utilizando conceptos como imperialismo,
que introducen los intereses de clase. El análisis correcto procede de la
ecología y la biología evolutiva (p. 47), pues los imperios son como organismos
vivos; de lo que se debe deducir que una conquista imperial es algo tan natural
como el ataque del león a la cebra.
Para justificar la desigualdad la autora utiliza falacias de la altura de
un campanario. Por ejemplo, critica las teorías del antropólogo Marvin Harris,
quien afirmaba, según Roca, que el paso de la depredación a la producción (la
Revolución Neolítica) había provocado la creación de estados e imperios, la
desigualdad social y “el descenso del mundo de la libertad a la esclavitud”.
Para ridiculizar a Harris y defender que la desigualdad y la aparición de
imperios ha sido un progreso para la humanidad, afirma: “Por eso, el hombre
preneolítico, con una esperanza de vida de unos veinte años, era el más feliz
del planeta.” (p. 41). La autora se ha olvidado de recordarnos que la esperanza
de vida en España en la década de 1860 era de 29 años[i],
por lo que no es difícil de imaginar que en siglos anteriores, especialmente
los de crisis importantes (III, IX, XIV; XVII…), esa esperanza de vida rondaba
también los 20 años o no los alcanzaba.
Es decir, el incremento en la esperanza de vida no se debe a la desigualdad
social, la aparición de jerarquías e imperios. Se debe al incremento en la
producción de alimentos y a la lucha eficaz contra las enfermedades,
especialmente las infecciosas. Pues así, todo el libro.
El espíritu del verano de 1914
Una de los aspectos que los imperiofílicos no suelen abordar es lo que
suele ocurrir cuando los imperios crecen y se enfrentan entre ellos: la guerra.
La Gran Depresión de 1873 fue la primera gran crisis global del
capitalismo. Una de las respuestas de las grandes potencias fue el auge del
imperialismo. Una de la consecuencias, la I Guerra Mundial. La mala resolución
de la Guerra y la Gran Depresión de 1929 provocaron la II Guerra Mundial.
Volvamos a 1914. Media docena de potencias europeas se habían repartido el
mundo, con la creciente participación de dos nuevas potencias extraeuropeas, los
Estados Unidos y Japón. Cuando ya no quedaba mundo que repartirse pasaron a la
siguiente fase, quitarle las colonias al otro.
En el verano de 1914, un atentado en un rincón de Europa fue la excusa que
las oligarquías esperaban para desencadenar la guerra. Para ello, necesitaban
la complicidad de la población en general, de las clases trabajadoras, que
formarían el grueso de los ejércitos. ¿Cómo se convence a un joven que debe ir
a la guerra? El nacionalismo, el racismo y la imperiofilia habían jugado desde
hacía muchas décadas y jugaban en aquel momento un papel muy importante.
Buena parte de la población salió a las calles a gritar su particular “a
por ellos”; una oleada de patriotismo nacionalista y militarista, de xenofobia
basada en la idea de que cada nación era superior a las otras inundó las calles.
Es lo que se ha llamado el espíritu de 1914.
¿Toda la población? No, el socialismo revolucionario (ya había un socialismo
que no lo era) y el anarquismo denunciaban el carácter de clase del
imperialismo y defendían la fraternidad entre las clases obreras de los países
que estaban a punto de enfrentarse.
De entre todas las voces, destacaba el socialista francés Jean Jaurès. Su
asesinato, a manos de un militante nacionalista eliminó el último obstáculo
para que Francia declarara la guerra a Alemania y empezaran los 4 años y pico
de la locura de las trincheras.
Jean Jaurès en 1910. |
El 25 de julio, en Vaise, a las afueras de Lyon, Jaurès hacía un discurso
que es uno de los textos más bonitos de la historia, conmovedor por la desesperación. Frente al fervor patriótico, hacía un
análisis racional pero emocionado, en el que, entre otras cosas, denunciaba
al imperialismo:
“(…)Si desde hace treinta años, si desde que Austria tiene la administración de Bosnia y Hercegovina, hubiera hecho el bien a estos pueblos, no habría hoy dificultades en Europa; pero la clerical Austria tiranizaba Bosnia y Hercegovina; quiso convertirla por fuerza al catolicismo; y al perseguirla en sus creencias, levantó el descontento de estos pueblos.
La política colonial de Francia, la política hipócrita de Rusia y la voluntad brutal de Austria contribuyeron a crear el estado de cosas tan horrible en el que estamos. Europa se debate en medio de una pesadilla. (…)”
Ahora nos toca a nosotros/as decidir si somos
imperiofílicos y defendemos la desigualdad entre los seres humanos o somos
imperiofóbicos y defendemos la igualdad entre los seres humanos y, por tanto,
rechazamos que unos dominen a otros.
Gracias, Manuel, por tu acertada reflexión en un momento como el que nos está tocando vivir esta semana, después de haber visto iniciar el "conflicto armado" de Rusia contra Ucraina.
ResponderEliminarLo escribí hace tiempo y ahora es muy pertinente recordar que Borrell considera un libro que elogia el imperialismo, con especial mención al imperialisme ruso, como muy recomendable. Los nacionalistas justifican el imperialismo excepto cuando los agredidos son ellos o sus amigos. Luego estamos los que somos imperiofóbicos, siempre.
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