domingo, 12 de julio de 2020

SÍ, CLARO QUE SOY IMPERIOFÓBICO


Sí, claro que soy imperiofóbico, porque los imperios significan conquistas militares (con todo lo que ello conlleva en muertes, torturas, violaciones, encarcelamientos, saqueos, expolios, etc….) y explotaciones económicas (esclavizaciones, trabajos forzados, división internacional del trabajo, mano de obra barata, etc…). ¿Qué quieren que les diga?, a mí todo eso me parece mal.

Un congoleño mira una mano y un pie amputados por los soldados en la época de la dominación colonial belga. Fuente: https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20171127/47310965836/leopoldo-ii-de-belgica-y-la-explotacion-del-congo.html

El imperialismo es la principal causa de que existan países ricos y países pobres (lo que se ha llamado desarrollo-subdesarrollo, Primer-Tercer Mundo, Centro-Periferia, etc.). Actualmente, el imperialismo se hace respetando la aparente independencia de los países dominados, y solo se recurre a la acción militar en casos extremos.

La relación directa entre el Congreso de Berlín (1885) y la pobreza actual de África es, a mi entender, indiscutible.

En los últimos tiempos, de forma paralela al auge del nacionalismo, se está produciendo una reivindicación del imperialismo. En España, en esta labor ha destacado el libro Imperiofobia y Leyenda Negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español, de María Elvira Roca, publicado en 2016, que ha gozado de una campaña publicitaria importante, desgraciadamente.


Lo primero que hice (y recomiendo que hay que hacer) fue leer la obra de José Luis Villacañas Imperiofilia y el populismo nacional-católico. Este profesor de la Universidad Complutense de Madrid hace un acertadísimo análisis de la obra y las ideas que defiende Roca. Casi que es aconsejable ir al segundo sin pasar por el primero.

Un libro lamentable

Cuando empecé Imperiofobia… creía que me encontraría con un artefacto ideológico españolista que intentaba blanquear una de la páginas más negativas de la historia de España, pero es algo mucho peor, es una apología del imperialismo; defiende la desigualdad entre humanos y el derecho que unos tienen a dominar a otros.

Me pregunto, ¿es el españolismo el que empuja a personas demócratas hacia estas ideas predemocráticas?, o por el contrario ¿están aprovechando los no demócratas la oleada españolista para recuperar y difundir esas ideas?

La señora Roca pretende demostrar que “la imperiofobia es una clase de prejuicio racista hacia arriba, idéntico en esencia al racismo hacia abajo” (p. 31). Luego afirma:
“La otra cara de la moneda es el racismo que desarrollan los pueblos que ocupan una posición subalterna con respecto al pueblo que desencadena un proceso imperial y lo sostiene. Molesta sobremanera saberse en la segunda división de la historia. Este complejo de inferioridad es el que busca su alivio en la imperiofobia.”
Este libro es una propuesta ideológica similar a la del invento del concepto “feminazi”, es decir, convertir la lucha de un colectivo por liberarse de una dominación en un movimiento autoritario y de carácter dominador (racismo o nazismo, en estos casos).

El siguiente paso será el de calificar el movimiento obrero como “obrerinazi” por querer imponer a los pobres empresarios las reivindicaciones de los/as trabajadores/as por encima de la iniciativa privada o la libertad económica. O quizás sea el de acuñar el concepto “pedofilofóbico” para denunciar el acoso que padecen los pedófilos cuando abusan de niños/as, unas criaturas que en el fondo son unos/as acomplejados/as que no se dan cuenta del bien que les están haciendo.

En ningún momento describe al imperialismo como conquistador, dominador, explotador. En ningún momento expone las razones por la cuales el ejército de un país decide atacar y conquistar territorios más allá de sus fronteras, es decir asesinar, torturar, violar, secuestrar, saquear, esclavizar y explotar, lo que Roca llama con el eufemismo “desencadenar y mantener un proceso imperial”.

Aquí vemos un grupo de marines desencadenando y/o manteniendo un proceso imperial en la República Dominicana en 1965. Las armas son porque estos procesos son amistosos y traen progreso y bienestar. Sobre América Latina ya escribí.

Resulta que la legítima defensa de un grupo humano -que se reconoce como nación, país o cualquier otra forma de organización colectiva- a ser conquistado, dominado y explotado por una potencia imperialista es una forma de racismo hacia arriba, una muestra de acomplejamiento. Yo no daba crédito a lo que estaba leyendo.

El libro es un ameno y erudito repaso a las propagandas antiimperialistas que se generaron y se generan contra los cuatro imperios que analiza. Sin embargo, hay varios sesgos que hacen de él una obra panfletaria y en ningún caso asistida de rigor académico. Para introducir la Parte II cita a Orwell:
“Buena parte de los escritos propagandísticos son simple falsificación. Los hechos materiales son suprimidos, las fechas alteradas y las citas, sacadas de contexto y manipuladas para cambiar su significado.”
Este libro es precisamente un gran ejemplo de esos escritos propagandísticos. “Los hechos materiales son suprimidos”. Podríamos poner decenas de ejemplos en este infame libro. Cuando expone las “leyendas negras” de los fantásticos imperios que defiende solo expone algunos hechos, pero de otros se olvida. ¿Las resistencias al Imperio Romano solo fueron las de los intelectuales griegos que ridiculiza? ¿A nadie le suena un tal Viriato? 

¿En qué quedamos, Viriato era un héroe que lideraba un pueblo contra el poder de un imperio (como Blas de Lezo) o un racista acomplejado que defendía los intereses de una oligarquía local (como Puigdemont)?

Cuando hace falta para la promoción del españolismo sí que recordamos a los héroes españoles, incluso los de siglos antes de que existiera España. El españolismo es capaz de decir una cosa y la contraria sin inmutarse. Y como la resistencia de los lusitanos, hay muchos más fenómenos en la Península Ibérica: Numancia, Indíbil y Mandonio, Corocotta…. Sorianos/as, tenéis que cambiar el nombre de vuestro equipo de futbol, ¡que sois racistas!

Retirada de la estatua de Antonio López, comerciante esclavista, en marzo de 2018, en Barcelona. Fuente:Ayuntammiento de Barcelona-La Vanguardia. Fotografía obtenida de un artículo que recomiendo: "El derribo violento de estatuas reabre un debate histórico: "el espacio público es para el homenaje"." (para leerlo, aquí)

Otra omisión incalificable es la de olvidarse de mencionar que muchas de las agresiones del imperio español o de los otros imperios que defiende (romano, ruso y estadounidense) proceden de otros imperios, que, entonces, sí son malos. Cuando se deshace en elogios a Blas de Lezo y ridiculiza al rey inglés se le olvida decir que el Imperio Británico… ¡era un imperio! ¿Este sí es malo? Las personas coherentes consideramos negativo un imperio tanto si nos ataca a nosotros como si somos nosotros los agresores. Pedir coherencia a los/as nacionalistas es mucho pedir.

“Citas sacadas de contexto y manipuladas”. Exactamente lo que ella hace. El libro está lleno de “errores”. Buena parte de los argumentos que utiliza para defender su tesis son citas a medias... Sobre este lamentable aspecto de la obra ya se ha escrito y enlazo (aquí, aquí, aquí o aquí).
 
Las leyendas negras

El tema de la Leyenda Negra que se gestó contra el Imperio Español entre los siglos XVI i XVII ha sido bastante recurrente en la historiografía del último siglo, con importantes ramificaciones políticas. Por un lado están quienes defienden que fue una invención de los enemigos del Imperio, de lo que se deriva que España no fue tan mala y supongo que de ahí se debe derivar que España ahora es un país fantástico y sin manchas en su pasado.

Por otro lado están quienes afirman que las acusaciones que recibió el Imperio Español se basan en realidades, y que este cometió todo tipo de barbaridades en los territorios que tenía bajo su dominio. Sin ser un especialista, basándome en las lecturas de todo tipo que he hecho a lo largo de los años, desde el debate Sánchez Albornoz-Castro, me incluyo en este segundo grupo. El libro que nos ocupa no ha hecho más que reafirmarme.

Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), la obra en la que fray Bartolomé de las Casas denunció las barbaridades de la conquista de América. Recomiendo la lectura de la obra (aquí), aunque solo sea el capítulo de La Española (actuales República Dominicana y Haití), en el que relata diversos episodios de los que fue testigo presencial.

A ver, el Imperio Español cometió tropelías, como todos. Y lo hizo en proporción al territorio y el tiempo de su dominación. El argumento de que otros hicieron las mismas cosas no exime al acusado de los cargos. En todo caso, amplía la acusación al imperialismo en su conjunto, que es el objetivo de este artículo, lo que intento decir.

Afirma que la resistencia al Imperio Español se debe a la propaganda ¿Realmente alguien se puede creer que las revueltas luterana y holandesa del siglo XVI se debieron casi exclusivamente a la propaganda de los enemigos del Imperio? La otra pequeña parte de las causas de las revueltas fue, según la autora, por los intereses de ciertos grupos de la nobleza.

¡Ah, ahora sí que aparecen los intereses de clase!, en este caso nobles retrógrados que se oponían a la moderna monarquía hispánica. ¿Hace falta recordar como evolucionaron España y los Países Bajos y Alemania hacia la modernidad en los siguientes siglos? ¿Hace falta recordar como era de retrógrada la nobleza de la Corona de Castilla? Las principales víctimas de la nobleza castellana, aliada con la corte flamenca de Carlos I, fue la población castellana. 

Ya sabemos como actuaron las modernas monarquía y nobleza castellanas en 1520 contra los extranjeros que no admitían su sabio dominio. ¡Ay, calla, que quienes se sublevaron fueron la mayoría de las ciudades castellanas! las más dinámicas en la artesanía y las más celosas defensoras de las libertades.

Es muy curioso como en este libro el imperialismo hispánico (como todos los demás) no obedece a los intereses de ninguna clase. En todo momento habla de pueblos. Quizás los Comuneros, que también formaban parte del pueblo de Castilla, nos hubieran dado otro punto de vista, pero perdieron la guerra contra el modernísimo monarca imperialista. ¿A nadie le extraña el silencio oficial y académico ante el 500 aniversario de la revuelta comunera?
"Cada qual tiene su suerte. La tuya es de borracho hasta la muerte". Uno de los panfletos contra José I, el hermano de Napoleón que impuso como rey.

Pues claro que la Leyenda Negra contra el Imperio Español contiene exageraciones y mentiras; como todas. ¡Pero si se trata de propaganda en medio de un conflicto! Vamos a imaginarnos que un trasunto francés de la señora Roca escribe un libro sobre la leyenda negra del Imperio Napoleónico. Dedicaría un capítulo a las mentiras vertidas en España contra José I, conocido a raíz de una extraordinaria campaña de difamación como Pepe Botella. 
Además, diría el/la autor/a, Goya se inventó sus famosas obras relacionadas con la Guerra, porque no fue testigo directo. 
 
Un ejemplo de propaganda imperiofóbica de un racista acomplejado que defendía los intereses de una oligarquía local, un tal Francisco de Goya. Quizás las racistas hacia arriba son las dos señoras de la imagen, que no saben apreciar las bondades de la dominación del Imperio.
 
En conclusión, según las teorías que defiende este libro, el ejército francés vino a España a traer la democracia y unos acomplejados (y racistas, pues popularizaron el término gabacho) se opusieron y se inventaron una leyenda negra francesa, que incluía asesinatos, violaciones, saqueos, etc. Ahora nos iría mucho mejor si nos hubiéramos dejado dominar por los franceses et nous serions plus hereux et nous parlerions une langue plus universelle.

Imperialismo y clasismo
Me imagino que uno de los objetivos principales de este libro es reforzar el nacionalismo español en la tesitura actual, en su conflicto con el nacionalismo catalán. Sin embargo, lo que me ha dejado de piedra no es la defensa del imperialismo español, sino la defensa del imperialismo. Es una obra que va mucho más allá: defiende la desigualdad humana y el derecho de unos a dominar a otros.
Este darwinismo social mal entendido surgió a finales del XIX y se desarrolló a lo largo del XX para justificar las brutales desigualdades que generaba el capitalismo y las atrocidades  que efectuaba el imperialismo. Lo explica muy bien mi maestro y amigo Alejandro Andreassi. 
 
No hay que decir que recomiendo encarecidamente la lectura de este libro.

Evidentemente, la conclusión final del proceso fue Auschwitz-Birkenau, fábrica donde los inferiores eran explotados y campo de exterminio donde los más inferiores de todos eran gaseados. Según la señora Roca debían ser unos acomplejados por no dejarse dominar por sus superiores del Imperio Alemán (Reich quiere decir Imperio, señores/as imperiofílicos, ¿vamos a por el IV?).

Como ya hemos comentado, la imperiofilia se basa en que hay unos pueblos  superiores que tienen derecho a dominar a los inferiores. Para ello hace un alegato de la desigualdad y describe como “natural” el poder de un rey sobre un territorio (Felipe II sobre los Países Bajos, p. 231). Es por ello que afirma que la disciplina académica Historia lo hace muy mal y analiza a los imperios utilizando conceptos como imperialismo, que introducen los intereses de clase. El análisis correcto procede de la ecología y la biología evolutiva (p. 47), pues los imperios son como organismos vivos; de lo que se debe deducir que una conquista imperial es algo tan natural como el ataque del león a la cebra.

Para justificar la desigualdad la autora utiliza falacias de la altura de un campanario. Por ejemplo, critica las teorías del antropólogo Marvin Harris, quien afirmaba, según Roca, que el paso de la depredación a la producción (la Revolución Neolítica) había provocado la creación de estados e imperios, la desigualdad social y “el descenso del mundo de la libertad a la esclavitud”.

Por cierto, una cosilla, yacimientos como el de Çatalhöyüc nos informan que despues de la Revolución neolítica las sociedades continuaron siendo igualitarias. Lo de los imperios y las clases tardó unos milenios en llegar.

Para ridiculizar a Harris y defender que la desigualdad y la aparición de imperios ha sido un progreso para la humanidad, afirma: “Por eso, el hombre preneolítico, con una esperanza de vida de unos veinte años, era el más feliz del planeta.” (p. 41). La autora se ha olvidado de recordarnos que la esperanza de vida en España en la década de 1860 era de 29 años[i], por lo que no es difícil de imaginar que en siglos anteriores, especialmente los de crisis importantes (III, IX, XIV; XVII…), esa esperanza de vida rondaba también los 20 años o no los alcanzaba.

Es decir, el incremento en la esperanza de vida no se debe a la desigualdad social, la aparición de jerarquías e imperios. Se debe al incremento en la producción de alimentos y a la lucha eficaz contra las enfermedades, especialmente las infecciosas. Pues así, todo el libro.

El espíritu del verano de 1914

Una de los aspectos que los imperiofílicos no suelen abordar es lo que suele ocurrir cuando los imperios crecen y se enfrentan entre ellos: la guerra.

La Gran Depresión de 1873 fue la primera gran crisis global del capitalismo. Una de las respuestas de las grandes potencias fue el auge del imperialismo. Una de la consecuencias, la I Guerra Mundial. La mala resolución de la Guerra y la Gran Depresión de 1929 provocaron la II Guerra Mundial.

Volvamos a 1914. Media docena de potencias europeas se habían repartido el mundo, con la creciente participación de dos nuevas potencias extraeuropeas, los Estados Unidos y Japón. Cuando ya no quedaba mundo que repartirse pasaron a la siguiente fase, quitarle las colonias al otro.

En el verano de 1914, un atentado en un rincón de Europa fue la excusa que las oligarquías esperaban para desencadenar la guerra. Para ello, necesitaban la complicidad de la población en general, de las clases trabajadoras, que formarían el grueso de los ejércitos. ¿Cómo se convence a un joven que debe ir a la guerra? El nacionalismo, el racismo y la imperiofilia habían jugado desde hacía muchas décadas y jugaban en aquel momento un papel muy importante.

El 2 de agosto de 1914 se produce esta manifestación de entusiasmo patriótico en Munich por la declaración de guerra de Alemania a Rusia el día anterior. Entre los asistentes, un joven Adolf Hitler. Fuente: http://ghdi.ghi-dc.org/sub_image.cfm?image_id=3736

Buena parte de la población salió a las calles a gritar su particular “a por ellos”; una oleada de patriotismo nacionalista y militarista, de xenofobia basada en la idea de que cada nación era superior a las otras inundó las calles. Es lo que se ha llamado el espíritu de 1914.

¿Toda la población? No, el socialismo revolucionario (ya había un socialismo que no lo era) y el anarquismo denunciaban el carácter de clase del imperialismo y defendían la fraternidad entre las clases obreras de los países que estaban a punto de enfrentarse.

De entre todas las voces, destacaba el socialista francés Jean Jaurès. Su asesinato, a manos de un militante nacionalista eliminó el último obstáculo para que Francia declarara la guerra a Alemania y empezaran los 4 años y pico de la locura de las trincheras.

Jean Jaurès en 1910.

El 25 de julio, en Vaise, a las afueras de Lyon, Jaurès hacía un discurso que es uno de los textos más bonitos de la historia, conmovedor por la desesperación. Frente al fervor patriótico, hacía un análisis racional pero emocionado, en el que, entre otras cosas, denunciaba al imperialismo:

“(…)Si desde hace treinta años, si desde que Austria tiene la administración de Bosnia y Hercegovina, hubiera hecho el bien a estos pueblos, no habría hoy dificultades en Europa; pero la clerical Austria tiranizaba Bosnia y Hercegovina; quiso convertirla por fuerza al catolicismo; y al perseguirla en sus creencias, levantó el descontento de estos pueblos.

La política colonial de Francia, la política hipócrita de Rusia y la voluntad brutal de Austria contribuyeron a crear el estado de cosas tan horrible en el que estamos. Europa se debate en medio de una pesadilla. (…)”

Ahora nos toca a nosotros/as decidir si somos imperiofílicos y defendemos la desigualdad entre los seres humanos o somos imperiofóbicos y defendemos la igualdad entre los seres humanos y, por tanto, rechazamos que unos dominen a otros.


[i] https://www.fbbva.es/wp-content/uploads/2017/05/dat/DE_2006_estadisticas_historicas.pdf

2 comentarios:

  1. Gracias, Manuel, por tu acertada reflexión en un momento como el que nos está tocando vivir esta semana, después de haber visto iniciar el "conflicto armado" de Rusia contra Ucraina.

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    1. Lo escribí hace tiempo y ahora es muy pertinente recordar que Borrell considera un libro que elogia el imperialismo, con especial mención al imperialisme ruso, como muy recomendable. Los nacionalistas justifican el imperialismo excepto cuando los agredidos son ellos o sus amigos. Luego estamos los que somos imperiofóbicos, siempre.

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