Joaquín Costa y el mito del Cid
Joaquín Costa (Monzón, 1846-Graus, 1911) fue un personaje muy interesante. Hijo
de labradores, compaginó estudios y trabajo, hasta conseguir una plaza de
notario. Es conocido como la principal voz y pluma del Regeneracionismo.
Situémonos. España pierde estrepitosamente, en tres meses de 1898, la
guerra contra los Estados Unidos (que no era reconocida como la gran potencia
que quizás ya era y ahora es) y ha de conceder la independencia a Cuba, donde
mantenía una guerra desde febrero de 1895.
Esta derrota fue bautizada como “el Desastre”,
así, con mayúsculas. La historiografía ha demostrado que desde el punto de
vista económico no fue tan grande el desastre. A nivel humano sí, con decenas
de miles de muertos, heridos, mutilados… de las clases bajas, porque los ricos
pagaban 2 mil pesetas y no iban al ejército.
Joaquín Costa. Actualidades, 29-1-1908 |
El Desastre conmocionó a las clases altas y medias que hasta ese momento
estaban bastante satisfechas del régimen liberal y falsamente democrático que
hoy llamamos la Restauración (1874-1923). Surgieron muchas voces y plumas que
criticaban y proponían cambios, una regeneración. Costa fue el más certero.
No comparto todo lo que he leído de él. Por ejemplo, su imperialismo y
apelación a la “raza española”; en parte son disculpables porque,
lamentablemente, eran conceptos entonces aceptados por casi todo el mundo. Lo
que me parece su mayor carencia es que cuando hace análisis político no desenmascara
los intereses de clase. En los temas agrarios pone más énfasis en las mejoras
técnicas que en el reparto de la tierra. Máxime, cuando escribía cosas como
esta:
“La propiedad individual no puede legítimamente recaer sino sobre bienes que sean producto del trabajo individual; la tierra es obra exclusiva de la Naturaleza: por consiguiente no es susceptible de apropiación.”[i]
El texto que quiero destacar procede del “Mensaje y programa de la Cámara
agrícola del Alto-Aragón” que leyó el 13 de noviembre de 1898[ii],
publicado dos años más tarde en una antología con el significativo título de Reconstitucion y Europeización de España.
Se trata de un programa político que promovería la anhelada regeneración. Concluía
el apartado “Criterio general” del programa de las cosas que había que hacer con
la siguiente frase:
“Doble llave al sepulcro del Cid para que no vuelva a cabalgar.”
Tan grande fue el impacto de la sentencia y tantas críticas recibió que cuando
pronunció el discurso como Mantenedor de los Juegos Florales de Salamanca, el
15 de septiembre de 1901, le dedicó una buena parte del mismo a aclararla. Años
más tarde, al ser publicado, al título original Crisis política de España se le añadió el subtítulo entre
paréntesis (Doble llave al sepulcro del
Cid)[iii].
Joaquín Costa. Nuevo Mundo, 28-5-1908. |
En este discurso, Costa rectifica en parte y reivindica la figura del Cid,
pero destaca al noble que osó enfrentarse a su rey para hacer cumplir la ley,
al “Cid repúblico”, mientras que rechazaba al “Cid guerrero”[iv].
Describe el programa del Cid repúblico de esta manera:
“Ese programa podría resumirse en esto: respecto de Europa y el Imperio, la autarquía de la Nación, más absoluta; respecto del Pontificado, la condenación del ultramontanismo y la independencia civil del Estado; respecto de África, el rescate del territorio; respecto del Islam, la tolerancia, considerando á sus creyentes como elemento integrante de la nacionalidad; respecto de la Península, la unión federativa de sus reinos; respecto del organismo social, la concordia de todas sus clases; respecto del Municipio, la autonomía civil y administrativa; tocante á las relaciones entre la autoridad y los subditos, el imperio absoluto de la ley y de la constitución, mientras no se reformen por las vías legales; respecto del organismo del Estado, la monarquía representativa, —(que no ha de confundirse con la parlamentaria),—ó sea, el gobierno compartido por el rey, la nobleza y los concejos, el self-government de las clases, el juicio por los pares, el rey obligado á estar á derecho como el último ciudadano; y por último, respecto de la tiranía, el derecho de insurrección.”
Caricatura de Costa. Fuente: Gedeón, 1/3/1899, pág. 8 |
¿Quiénes son los partidarios del Cid
guerrero?
“(...)los hijos del privilegio, el cuerpo menguado de oligarcas que gobiernan con nombre de partidos, sin más partidarios que los escasos millares de tricornios de la Guardia civil, el hampa rediviva de las covachuelas,los góticos del Parlamento, los vociferadores de La Marcha de Cádiz, los fracasados del bachillerato, señoritos de pueblo, los gomosos de la acera de las Calatravas, todo lo inútil, todo lo que estorba, la inmensa falange de tuberculosos de espíritu, la chusma parasitaria de chaqueta y levita, el fango social que inunda la plaza de toros, ebrio de vino y de salvajismo (...).”[vi]
¿Cuál es el sistema político que defienden
los partidarios del Cid guerrero?
“No es (...) nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, (...) sino al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias. O, dicho de otro modo, no es el régimen parlamentario la regla, y excepción de ellas los vicios y las corruptelas denunciadas en la prensa y en el Parlamento mismo durante sesenta años; al revés, eso que llamamos desviaciones y corruptelas constituyen el régimen son la misma regla.”[vii]
Como se ve, Costa era bastante contundente
en sus críticas, y su frase convirtió al Cid y su sepulcro en una metáfora del
progresismo, si se cerraba, o de la regresión política, si se abría.
El sepulcro del Cid cambia
de lugar mientras el ejército español sufre un segundo desastre
¿Por qué Costa eligió al sepulcro del Cid
como símbolo de los lastres del progreso español? Porque el nacionalismo
español esencialista y reaccionario del XIX eligió a este personaje como uno de
los principales mitos fundacionales de la nación española. En esta labor
destacó José Zorrilla (que hizo lo propio con Don Juan Tenorio) con su La
leyenda del Cid (1882) y de forma indirecta Ramón Menéndez Pidal, al que interpretaron como históricos los textos cidianos que rescató y estudió.
Como es conocido, la oligarquía dominante
no hizo ni puñetero caso a Costa y a los regeneracionistas, con la excepción -a
medias- de Canalejas. El nacionalismo español del siglo XX siguió más por la
senda romántica “pidaliana” i “zorrilliana” que por la racional “costiana”. Quizás fue el
catalanismo político el que más se acercó a su programa modernizador.
El imperialismo en Marruecos sustituyó al
transoceánico. Cuando Alfonso XIII envió a su general favorito, Silvestre, a
concluir la ocupación del Rif y a sofocar la revuelta independentista, alguna
lumbrera del círculo del poder decidió organizar una ceremonia adecuada al
momento, como un apoyo mediático e ideológico adecuado a la campaña marroquí.
Con motivo de los festejos del VII
centenario de la Catedral de Burgos, no se les ocurrió otra cosa que trasladar el
sepulcro del Cid a ese templo, un objeto que, recordemos, había sido elevado a
la categoría de metáfora de la reacción y el atraso español por Costa. De paso,
se ensalzaban los aspectos religiosos y guerreros contra los musulmanes del
personaje.
Mundo gráfico. 27/7/1921, pág. 11 |
Alfonso XIII en persona, acompañado del
Ministro de Instrucción Pública, presidió el festejo. Francamente, parece un
acto diseñado para hacer un escarnio público de Costa (el que pedía “despensa y escuela”, el que cifraba
buena parte de la regeneración en la educación de la población) y todo el progresismo
político.
El día 20 de julio de 1921, el rey afirmó
en la catedral:
“Desde este momento, a todo el que sienta en español [la catedral] le hablará con palabras que hasta el corazón le lleguen, por recordarle una época de las más gloriosas de la historia patria.»[viii]
La prensa conservadora describía la ceremonia con las típicas palabras
ampulosas, ligando el “Cid guerrero” al alma española (el volkgeist que dirían los filósofos nacionalistas alemanes):
“(...) los huesos del héroe legendario, en cuya figura culmina simbolizada el alma española el recio temple de este pueblo inmortal, han ido a reposar en plena apoteosis a la cripta de la Catedral burgalense, joya del arte, expresión materializada en las piedras de la exaltación religiosa de un pueblo que, a la sombra de la Cruz, extendió su nombre y su gloria de uno a otro confín del universo.”[ix]
La prensa progresista, por el contrario, recordaba al “Cid repúblico”, al
que el romance mostraba enfrentado al poder en Santa Gadea, al que tuvo que
exiliarse acusado de sedición:
“¿Qué parecería entonces el Cid a las personas principales de Burgos, a lo que ahora llamamos la gente bien, la gente de orden? Era el sospechoso, el revoltoso, el deportado.(...) a los ojos de las clases conservadoras del siglo XI, el gran Campeador, encarnación legendaria de la Justicia, no pasaba de ser un agitador sin conciencia.(...) Dice, por cierto, «El Socialista” que, con motivo de esas fiestas, fueron detenidos en la cárcel de Burgos algunos hombres de ideas avanzadas...”[x]
El traslado y deposición del sarcófago del Cid se hizo al día siguiente,
con una ceremonia estrictamente religiosa. Pero esa fecha no pasará a la
historia española por este hecho. A esa misma hora, a unos 900 km al sur, el nuevo
Cid al servicio del rey Alfonso, el general Silvestre, se estaba pegando un
tiro porque su incompetencia y arrogancia estaba provocando un nuevo desastre
militar: Annual.
El general Silvestre. Fuente: La Hormiga de Oro, 30-7-1921, pág. 11 |
A veces se dan estas curiosas coincidencias, que producirían una sonrisa si
no fuera porque estamos hablando de muerte y sufrimiento para unas 20.000
personas, tan solo en esos días del verano de 1921.
Franco erige una estatua al Cid
En 1937 se lleva a cabo una de las primeras emisiones de sellos de correos de la zona franquista. Antes que el mismísmo "Generalísimo", dos son los personajes históricos que aparecen: el Cid y Isabel la Católica.
En julio de 1955 se celebraron en Burgos unas Fiestas de Exaltación Cidiana, presididas por Franco. Se convirtió en un acto de desagravio del Cid por la ofensa que Costa le había infringido medio siglo antes. En su discurso encontramos una referencia clara (y evidentemente contraria) al regeneracionismo de Costa:
En julio de 1955 se celebraron en Burgos unas Fiestas de Exaltación Cidiana, presididas por Franco. Se convirtió en un acto de desagravio del Cid por la ofensa que Costa le había infringido medio siglo antes. En su discurso encontramos una referencia clara (y evidentemente contraria) al regeneracionismo de Costa:
“El Cid es el espíritu de España… Lanzada una nación por la pendiente del egoísmo y la comodidad, forzosamente tenía que caer en el envilecimiento. Así pudo llegarse a esa monstruosidad… de alardear de cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid. ¡El gran miedo a que el Cid saliera de su tumba y encarnase en las nuevas generaciones!… Este ha sido el gran servicio de nuestra Cruzada, la virtud de nuestro movimiento: el haber despertado en las nuevas generaciones la conciencia de lo que fuimos, de lo que somos y de los que podemos ser. Que esta egregia figura, asentada en esta capital histórica, cabeza de Castilla, sea, con el recuerdo de la España eterna, el símbolo de la España nueva.”[xi]
El acto había comenzado con el discurso del alcalde de Burgos, en el que le
entregó a Franco “las siete llaves simbólicas”, según informó el NO-DO del 1 de
agosto[xii].
Llama la atención que la cita a las llaves sea equivocada, y de doble se pase a
siete. Como los reyes en 1921, Franco y su esposa se dirigieron a la Catedral
rodeados de autoridades civiles, militares y eclesiásticas, donde concluyó la
ceremonia.
El alcalde de Burgos leyendo su discurso ante el monumento del Cid y "abriendo su sepulcro". Fuente: NODO, núm. 656, 1-8-1955. |
La identificación de Franco con los mitos medievales del Reconquista
(concepto histórico que es ya en sí mismo una creación mitológica) fue
constante. La elección de “Caudillo” como título político fascista (el
equivalente español de Führer i Duce) ya nos lo indica. Un caudillo era
un jefe militar de una mesnada, de un contingente feudal. De entre todos los
caudillos medievales el Cid era con diferencia el más popular.
Monumento dedicado al Cid en Burgos. |
De hecho, el día que se inauguraba la escultura ecuestre del Cid en Burgos,
los otros intervinientes en el acto y los articulistas no se cortaron en llamar
a Franco “el Cid hispano del siglo XX”,
el “Caudillo de hogaño” mientras que
el Cid era “el Caudillo de antaño” o que
eran ambos “los dos paladines que en el
pasado y el presente han venido a encarnar todos los valores supremos de la
Patria”[xiii].
De las 19 lecciones de historia de España de la Enciclopedia de Primer Grado de Antonio Álvarez (edición de 1955, reimpresión de1961), una está dedicada a Don Pelayo y al Cid. |
Vemos como Franco y el franquismo dan la razón a Costa, y el Cid, o cierta
interpretación del Cid, era el símbolo del nacionalismo español más esencialista,
patriotero y reaccionario. Y vemos como ese nacionalismo va ligado a los peores
momentos de nuestra historia.
En 1987, El País Semanal, el
dominical del diario más importante de entonces, comenzó una sección, denominada
“Locas pasiones”, en la que algunos personajes se disfrazaban de lo que era su
pasión, más o menos inconfesable. Hubo quien se disfrazó de director de cine,
de karateka, de jugador de rugby… El entonces presidente de Castilla-León, José
Mª Aznar eligió disfrazarse del Cid Campeador y se autodenominó “el Cid de Valladolid”.
No se puede negar que Aznar no dejaba clara su tendencia ultra en sus
gestos, como cuando empezaba el curso político en Quintanilla de Onésimo,
pueblo que se llamaba así por Onésimo Redondo, fundador de las J.O.N.S., el
partido fascista que luego se unificó con la Falange.
La deriva neofascista de sus sucesores ha recalado, como no, en la
mitología que el nacionalismo español inventó en el siglo XIX, que Costa
combatió y que el franquismo recicló. En marzo de 2019, el líder del PP,
Casado, se fue a Covadonga desde donde tuiteó “Vamos a empezar la reconquista
de España”. Al día siguiente Vox publicó una foto con Abascal replicando que
ellos estaban “a la vanguardia de la reconquista”.
Casado en Covadonga y Abascal alardeando de hacer la Reconquista... con un casco del siglo XVI !!!. Frente a estos gestos, recordemos que Costa decía que la nueva Covadonga había de ser la escuela. |
Los neofachas hacen tanto el ridículo que más que acercarse a los viejos
castellanos a los que pretenden parecerse, se asemejan más al “castellano
viejo” que describió Larra, en 1832, así:
“(…) llama a la urbanidad hipocresía, y a la decencia monadas; a toda cosa buena le aplica un apodo; (…)”[xiv]
Larra, un autor hoy totalmente olvidado y que era lectura obligatoria en el bachillerato. |
Dos libros sobre el Cid en 2019
El año pasado se publicaron dos obras sobre el Cid. La primera, una novela,
Sidi, de Arturo Pérez-Reverte. Ya
advierte el autor que es una obra de ficción y, por ejemplo, vemos como sitúa
el motivo del destierro en el episodio de Santa Gadea, cuando supuestamente
hizo jurar al rey Alfonso VI que no tuvo nada que ver en la muerte de su
hermano y antecesor y en el trono Sancho II.
Este hecho, popularizado por un romance medieval, es en el que basaba Costa
y el progresismo político para crear la imagen del “Cid repúblico” o incluso
“revoltoso”. Pues bien, todos los estudios históricos coinciden sin excepción
en que este episodio jamás ocurrió, que es uno de los aspectos principales de
la mitología cidiana.
La Jura de santa Gadea, el episodio que nunca existió, en una ilustración de Jose Luis Pellicer para la edición de 1882 de La Leyenda del Cid de José Zorrilla. |
Es una obra de ficción, por lo que no podemos exigirle rigor. Pero le guste
o no al autor, lo pretenda o no, la obra tiene un trasfondo ideológico. La obra
es un western, una novela pulp de tapa dura (vaya por delante mi
total respeto y afición a la literatura pulp)
con una visión bastante hagiográfica del personaje. Creo que el Pérez-Reverte de El pintor de batallas es mucho más humano y aborda el tema de la guerra, que conoce muy bien, sin esos tonos épicos de Sidi.
Llama la atención que de todos los posibles episodios de la epopeya cidiana
Pérez-Reverte haya escogido, consciente o inconscientemente, el enfrentamiento
de castellanos y aragoneses (la hueste del Cid i el rey de Zaragoza) contra
catalanes (el rey de Lérida y el conde de Barcelona).
Un libro de historia, de David Porrinas, profesor de la Universidad de
Extremadura, ha aparecido apenas hace unas semanas. Reconozco que no he podido
leerlo entero, pero por los fragmentos que sí he leído y por las entrevistas
que se han publicado tiene toda la pinta de ser una buena obra, hecha desde el
rigor académico. No todo está perdido.
Un monumento en 2020 (anexo escrito el 24 de enero)
El 13 de enero de 2020 el Ayuntamiento de Madrid inauguró un monumento a "los últimos de Filipinas", ese grupo de soldados españoles que resistió un asedio en aquella colonia muchos días después de la derrota, porque no se creían que habían perdido la guerra.
Precisamente, la derrota que no se creyeron fue la del Desastre, la de 1898. Es decir, un grupo de desgraciados que no tuvieron 2 mil pesetas para librarse, enviados por la oligarquía a defender sus intereses de clase, comandados por unos oficiales fanáticos, sufrieron lo indecible y muchos murieron por nada.
El episodio histórico que provocó que Costa pidiera cerrar el sepulcro del Cid y que dijera que la escuela había de ser la nueva Covadonga, ha inspirado al consistorio madrileño un monumento público en el que se dice que lo que protagonizaron aquellos soldados fue...
"...una epopeya tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo."
Font: "Lo que el monumento a Los últimos de Filipinas nos cuenta del nuevo nacionlismo español". Somos Chamberí |
El nacionalismo español conservador, de inspiración romántica, y el
nacionalismo español progresista, en su debate en el último siglo y pico han
recurrido a los argumentos que le son propios. El primero, a los mitos basados
en la falsedad, el segundo, denunciando esos mitos y reclamando escuela y
despensa. En palabras de Costa:
“La escuela, y la despensa, la despensa y la escuela: no hay otras llaves capaces de abrir camino a la regeneración española; son la nueva Covadonga (…)"
Joaquín Costa y el Cid o la Reconquista son objeto de esos debates
ideológicos. Hace unos años, las manifestaciones españolistas del primer tipo
hubieran provocado un amplio rechazo, por su ridiculez intrínseca y por sus
efluvios decimonónicos y franquistas. Pero el nacionalismo español esencialista
ha sido promovido, divulgado y normalizado, y ahora masivamente votado; sobre todo para incidir en el conflicto político provocado por el proceso independentista catalán.
Las consecuencias pueden ser muy graves. El españolismo puede cargarse la democracia en España; ya ha empezado a hacerlo.
[i] COSTA, Joaquín. “Colectivismo agrario” en Oligarquía y caciquismo, Colectivismo
agrario y otros escritos, Madrid, Alianza Editorial, p. 50. El texto
original procede de la obra publicada en 1898 Colectivismo agrario en España. Doctrinas y hechos.
[iii] COSTA, Joaquín. Crisis política de España (Doble llave al
sepulcro del Cid), Madrid, Imprenta de Fortanet, 1914. http://www.elquaderno.com/costa/crisispol.pdf
[vii] COSTA, Joaquín. “Oligarquía
y caciquismo como la forma actual de gobierno en España” en Oligarquía y caciquismo… op. cit. p. 26.
[viii] El Año
político. 1921, p. 229
[ix] El Siglo futuro. 22/7/1921, p. 1
[x] La Libertad. 22/7/1921,
p. 2
[xi] Diario de Burgos, 24/7/1955,
p. 1, cit. a PEÑA PÉREZ, F. Javier. “La sombra del Cid y de otros mitos
medievales en el pensamiento franquista” a Norba.
Revista de Historia, vol. 23, 2010, p. 171 http://www.historiauex.es/data/catalogues/591/docs/1448020782.pdf