PRIMEROS PASOS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN BARCELONA Y EN L'HOSPITALET
I
"En los
últimos veinte años se ha observado un enorme desarrollo de la investigación
sobre la historia de la clase obrera. Emprendidas desde perspectivas diversas y
dirigidas a aspectos muy diferentes de la vida de la clase obrera, estas
investigaciones han generado de manera inevitable resultados divergentes y
controversias entre especialistas. Sin embargo, hay un acuerdo casi universal sobre
un punto: los artesanos cualificados, y no los obreros de las nuevas industrias
fabriles, dominaron el movimiento obrero en las primeras décadas de la
industrialización. En Francia, Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos, en
huelgas, movimientos políticos y estallidos de violencia colectiva, se
encuentran una y otra vez los mismos oficios habituales: carpinteros, sastres,
panaderos, ebanistas, zapateros, albañiles, impresores, cerrajeros, etc. El
movimiento obrero del siglo XIX nació en el taller artesanal, no en la oscura
fábrica satánica." (SEWELL, W. Trabajo y revolución en Francia, 1992,
pàg 15)
He querido comenzar
este artículo con tan larga cita porque creo que muestra claramente cual es la
línea del mismo. El movimiento obrero nació y se desarrolló con los
trabajadores organizados en oficios y a partir de su pasado gremial. Dos son
los factores que pueden explicar este hecho, la experiencia positiva que tenían
los trabajadores de esa tradición y el hecho de que los gremios fueran la forma
asociativa que conocieran, porque, al fin y a la postre, lo más importante era
estar asociado. Experiencias que demostraban la importancia de la asociación y
asociaciones que permitían tener experiencias positivas: éste será el motor del
inicial movimiento obrero. Yo creo que a lo largo de este estudio se mostrará
que el elemento clave del movimiento obrero es la organización de los obreros,
que éstos eran conscientes de ello y que defendieron el derecho a asociarse y a
sus asociaciones con uñas y dientes. La forma de asociarse ya se fue creando en
cada momento.
Ahora que, como en las décadas de 1840 y 1850, se están produciendo importantes cambios sociales, con la aparición de sectores como los "chavs" (¿aquí serían los "canis"?) o "el precariado", es más pertinente que nunca plantearse como lo hicieron hace dos siglos, por si nos sirviera de algo.
Ahora que, como en las décadas de 1840 y 1850, se están produciendo importantes cambios sociales, con la aparición de sectores como los "chavs" (¿aquí serían los "canis"?) o "el precariado", es más pertinente que nunca plantearse como lo hicieron hace dos siglos, por si nos sirviera de algo.
II
Sabemos poco del
mundo de los gremios, corporaciones, cofradías y organizaciones de este tipo en
l'Hospitalet y los pueblos de su entorno alrededor de 1800. En el país existían
gremios y cofradías de oficios que estaban vinculadas a las parroquias y
realizaban actividades religiosas y festivas, por un lado, y benéficas y
solidarias por otro. En l'Hospitalet sólo tenemos la noticia de que existía una
organización denominada Altar de San Isidro, cuya junta directiva pedía en mayo
de 1825 permiso para "tirar al
blanco" en el marco de "la
funcion de Iglesia que se acostumbra en los demas años al Patron S. Isidro"[i].
Alrededor del año
1830 surgieron dos tipos de conflictos en el mundo del artesanado. Por un lado,
el gremio de tejedores de lino se quejó de que surgían manufacturas que
realizaban su actividad fuera de las ordenanzas que ellos marcaban, y pedían al
Gobierno que se sometieran a su control. El Gobierno contestó con un informe de
la Comisión de Fábricas (la patronal de entonces) que calificaba tal propuesta
de "preocupaciones añejas y rancias
antiguallas" contrarias al progreso, basado en el crecimiento de la
producción. Por otro lado, en el sector en que se estaban desarrollando,
principalmente, las nuevas formas de producir, el tisaje del algodón, los
trabajadores carecían de organización gremial. Y, gracias, en parte, a ello,
los patronos empezaron a alargar las piezas de tela por las cuales pagaban una
misma cantidad a los trabajadores. Las quejas de estos últimos no se hicieron
esperar. (REVENTÓS, M. Assaig sobre
alguns episodis històrics dels moviments socials a Barcelona en el segle XIX,
1925, pàg 15-20).
III
El movimiento
obrero catalán nació a lo largo de la década de 1830, la época en la que el
liberalismo se impuso, llevándose por delante los restos de las
reglamentaciones sociales y económicas relacionadas con el mundo gremial que
afectaban a las actividades productivas. La libertad económica fue impuesta
mucho antes y con mayor profundidad que la libertad política.
El Barcelonès vers 1845 |
Los artesanos que
empezaron a organizarse a lo largo de aquella década lo hicieron imitando la
forma organizativa que conocían y que sabían que había sido eficaz. Las nuevas
sociedades de obreros partían de la experiencia de los gremios y corporaciones.
Por ello eran de oficio y de localidad y por ello tenían un componente
mutualista tan grande. Pero lo que tenían claro aquellos artesanos era que
había que estar organizados[ii].
Las organizaciones
obreras de los años 30 se tuvieron que mantener en la clandestinidad hasta que
encontraron finalmente una vía legal para manifestarse públicamente: en febrero
de 1839 se aprobó una reglamentación sobre sociedades de auxilio mutuo, por lo
que aparecieron algunas de ellas en los meses siguientes, las cuales, actuaban
en más de una ocasión como sociedades de resistencia y de defensa de intereses
de clase frente a los empresarios[iii].
Es decir, las organizaciones o bien ya existían o bien se fueron creando, pero
emergieron con aquella forma mutual porque la ley sólo lo permitía así, pero
también porque la ayuda mutua era una de las actividades más importantes de las
mismas, como lo había sido de gremios, corporaciones, etc.
En los meses
siguientes, a partir de 1840, al amparo del nuevo régimen progresista,
aparecieron en Barcelona las primeras
asociaciones explícitamente obreristas legales de toda España, compuestas,
en principio, por los tejedores de algodón, el oficio que estaba sufriendo más
la ofensiva de comerciantes, fabricantes y burgueses diversos que impulsaban el
capitalismo. En enero de 1841 ya existía una Junta Central que reunía a los
obreros de diferentes oficios (tejedores, zapateros, tintoreros, hiladores,
impresores, carpinteros, etc...)[iv].
Estas sociedades reivindicaban la negociación colectiva y los convenios por
oficio, en los que se reglamentaran salarios dignos, jornadas más reducidas,
etc. Es decir, nos encontramos con unas entidades muy parecidas a lo que hoy
llamamos sindicatos.
Sin embargo, el
mutualismo no se abandonó, todo lo contrario. De hecho las organizaciones
sindicales tenían una mutualidad asociada, o viceversa. Además, cuando la
evolución política se iba poniendo fea para el movimiento obrero y las
sociedades de resistencia eran ilegalizadas, la forma de la mutualidad era la
única posible, y no siempre, para mantenerse público.
En este contexto,
en septiembre de 1842, se aprobó la creación de una "asociación de beneficencia mutua formada por varios vecinos"[v]
de l'Hospitalet. Ha de tratarse, de una asociación de este tipo, formada, muy
probablemente por los tejedores manuales de la localidad. De que es una
mutualidad obrerista, podemos tener pocas dudas, pues la forma organizativa de
la mutualidad, según la bibliografía consultada y las fuentes archivísticas,
sólo la utilizaban en ese momento las sociedades obreras, a diferencia de lo
que ocurrirá diez años después. Para afirmar que la formaban tejedores
manuales, tenemos tres argumentos: que era uno de los oficios más importantes
entre los artesanos/obreros de l'Hospitalet, que pocos años más tarde nos
encontraremos con una sociedad de tejedores en la localidad y que era el oficio
entre el que más se difundió el asociacionismo obrero en el ámbito catalán.
IV
Los tejedores de la
localidad eran de dos tipos. La mayoría eran propietarios del telar y
trabajaban para comerciantes de Barcelona que les proporcionaban la materia
prima. Los tejedores cobraban por medida de tela tejida y los comerciantes eran
propietarios del producto final. Este sistema productivo, que disolvió el marco
de relaciones gremiales e indica la imposición de las relaciones sociales
capitalistas, se dio en toda Europa y se conoce como "sistema
doméstico". El segundo tipo de tejedores eran los meros jornaleros de unas
factorías o locales, conocidas como "manufacturas", en las que el
comerciante barcelonés tambíén ponía el telar. De este tipo existía una en
Collblanc en la década de 1840, con una treintena de telares, y otra en la
década de 1850, con unos 30 jornaleros[vi].
Se trata de los antecedentes de las fábricas y en Barcelona ya existían desde
el s. XVIII.
La cantidad de
tejedores manuales hospitalenses es difícil de determinar, pues las diferentes
fuentes de que disponemos son, a veces, contradictorias. Todo parece indicar
que entre 1830 y 1865 los tejedores del primer tipo, arraigados en el pueblo,
eran alrededor de una treintena, mientras que los obreros de las manufacturas,
probablemente forasteros, pudieron ser puntualmente, alrededor de 1850, más de
cincuenta. Lo que es evidente es que el colectivo padeció la crisis de 1866 y
desapareció en la década de 1870 cuando se instalaron en Sta. Eulàlia las
primeras industrias de hilatura y tisaje mecánico de algodón y cuando los
empresarios del tisaje manual trasladaron la actividad hacia pueblos alejados
de Barcelona, en busca de mano de obra más barata[vii].
V
A finales de 1842 y
1843 se produjeron en Barcelona sendas revueltas populares de grandes
dimensiones, que fueron la culminación de ocho años de extraordinaria
movilización popular [viii].
El movimiento obrero organizado participó en el desarrollo de estas
sublevaciones democráticas, jacobinas, con unas alternativas políticas y
sociales al liberalismo muy profundas. Sólo el cruento bombardeo de la ciudad,
ordenado por Espartero y Prim, respectivamente, pudo sofocarlas.
Bombardeo de Barcelona de 1842, ordenado por Espartero. |
La cavalleria és obligada a fugir pels revoltats al carrer Nou de la Rambla en la revolta de 1842. |
En 1843 los
moderados, liberales conservadores, protagonizaron su Termidor a la española, y
arrebataron el poder a los progresistas, inaugurando una década en la que
predominó una política social represiva y totalmente favorable a los grandes
propietarios de la tierra y la industria. Las sociedades obreras fueron
semitoleradas y sometidas a un estricto control policial y fueron rehaciéndose
en la clandestinidad como pudieron.
El fenómeno más
importante del asociacionismo popular de estos años es la eclosión de montepíos
y corales, a partir de 1851, aprovechando una brecha en la monolítica
legislación de la época. De los primeros, en l'Hospitalet se crearon dos en
1851 y 1852, de S. Antonio de Padua y S. Antonio Abad, respectivamente, a los
que se unió en 1855 un tercero, de S. Isidro[ix].
Todo parece indicar que estas entidades sólo recogieron la vertiente
estrictamente mutualista de las experiencias anteriores. Lo que conocemos de
ellas se limita a la recaudación del dinero de los socios para proporcionar
asistencia médica y pensiones en caso de enfermedad, y a su gran interés en
participar dignamente en las procesiones y actos religiosos. Nada más, desde el
punto de vista del movimiento obrero, y nada menos, desde el punto de vista de
la capacidad de autoorganización de la sociedad en unos momentos en los que el
Estado era un ave de rapiña que no ofrecía ningún servicio.
También en 1851 se
autorizó la coral "El Llobregat", uno de los primeros coros de Clavé.
En aquel momento Clavé llevaba diez años de activismo en los grupos políticos
más avanzados, incluyendo las primeras formas de socialismo que llegaron a
España, el del francés Cabet. Es significativo que uno de los lugares donde
antes prendieran sus propuestas fuera l'Hospitalet. Este hecho revela que
existía un sustrato ideológico y organizativo procedente de la etapa anterior,
que se mantenía vivo y que volvería a manifestarse muy pronto.
LA HUELGA DE OCTUBRE DE 1853
Pero las siguientes
manifestaciones de movimiento obrero de la ciudad surgieron de una dinámica
relacionada, pero diferente a los procesos descritos. De hecho, lo que ocurrió
fue que la Bordeta, arrabal de Sants, creció e invadió el término municipal de
l'Hospitalet, y el obrerismo de Sants, el más activo en estas décadas después
del barcelonés, llegó a lo que administrativamente pertenecía al pueblo de al
lado.
En octubre de 1853
se produjo la primera huelga obrera de l'Hospitalet de la que tenemos
constancia. El día 13, el alcalde de l'Hospitalet comunicaba al comandante de
la guardia civil de Sants que el propietario del "Prat dels Mahons"[x],
José Poch, "teme que los trabajadores que trabajan en dicha fabrica
promuevan algun desorden con los que han entrado de nuevo" y siguiendo las
intrucciones que tenía le informaba para que interviniera en auxilio del
mencionado encargado.[xi]
Es el primer
documento de una serie, que nos informa de la primera huelga obrera que ocurrió
en l'Hospitalet, y el que nos indica el principal motivo de la misma, la
contratación de nuevos trabajadores. Por documentos posteriores sabemos que la
huelga se produjo el 15 de octubre y que la realizaron 22 trabajadores: Joaquin
Bayól de St Martí, Jaime Monjota y Jaime Parera de Barcelona, Carlos Ferrés y
Mariano Rafolí de Hostafrancs, Ramiro Marti, Juan Xamero, Jorge Maroto, Antonio
Esteve, Enrique Solanes, Jaime Puigdengolas, Agustin Nonell, Jose Sarda y Juan
Costa de Sants (Bordeta en otros documentos), y Jose Ventura, Antonio Ventura,
Juan Sanchez, Magin Clota, Jose Batlle, Ramon Ordal, Jaime Batlle y Juan Puyol
de l'Hospitalet.[xii]
La maquinaria
represora del flamante Estado liberal, en concreto el "negociado" de
"Policía fabril" del Gobierno provincial, se puso en marcha
inmediatamente y a los dos días se había impuesto una multa de diez reales a
los huelguistas. A aquellos que no la pudieran pagar, cosa que no sería extraña
en una multa un poco superior a un jornal en unas personas que vivían en el límite
de la supervivencia, se les detendría durante un día.[xiii]
La represión quedó
al cargo del ayuntamiento hospitalense, al que debían presentarse los
infractores. Por las diligencias efectuadas, sabemos que unos días más tarde,
uno de ellos estaba preso, y que 18 más seguían buscados.[xiv]
Pero el 26 de
octubre el Gobernador de la Provincia, M. Ordóñez, escribía al Alcalde de
l'Hospitalet lo siguiente:
"Por conducto fidedigno ha llegado á mi noticia que los trabajadores que abandonaron la fábrica de Don José Poch sita en el termino de ese pueblo en el punto llamado de Mahons insultan y amenazan á los nuevos operarios, atemorizandoles de tal modo que algunos de ellos se han retraido yá de acudir al Establecimiento. Decidido á no tolerar tamaños abusos, y á que recaiga sus autores el condigno castigo, encargo á V. que practique las mas esquisitas diligencias para averiguar quien sean y proceder á su captura; en el concepto de que le ecsige la mas estrecha responsabilidad de cuanto ocurra, asi como si deja de remitirme presos á cuantos hayan contribuido a cometer semejante desacato."[xv]
En los días
siguientes la investigación del caso recayó en el Fiscal militar de Barcelona,
que citó a Poch y a otras personas relacionadas con la empresa en la que se
produjo la huelga, así como requirió información al ayuntamiento sobre alguna
de ellas.[xvi]
Lamentablemente no tenemos más información en torno a la resolución de este
conflicto.
En resumidas
cuentas, tenemos un conflicto laboral provocado y atizado por la contratación
de nuevos trabajadores, que los más antiguos rechazan con fuerza y hasta
violencia. Es una situación muy frecuente, que ocurrió centenares de veces
fuera y dentro de l'Hospitalet y que
casi siempre, o siempre, responde a unas mismas causas: unos obreros, habitualmente
asociados, plantean unas reivindicaciones al patrono, el cual responde
contratando a otros trabajadores, antes o después de que los primeros se hayan
declarado en huelga, que hacen de esquiroles y permiten al empresario ignorar
las reivindicaciones que le habían planteado.
Paralelamente, la
vigilancia sobre las demás empresas se incrementaba. La tensión social de
aquellos meses provocaba que las instituciones gubernamentales estuviesen cada
vez más vigilantes. En enero de 1854, la Subsecretaría de vigilancia del
Gobierno Provincial escribía al alcalde de l'Hospitalet una carta con el
calificativo de "reservada", en la que le pedía una estrecha y diaria
vigilancia de los trabajadores de las obras del ferrocarril que se estaban
realizando en ese momento en su término municipal, especialmente de las altas y
bajas, como si estuvieran buscando fugitivos, "sirviendose V. darme conocimiento desde luego de cuanto ocurra
procurando que al efecto se ejerza entre ellos una vigilancia esmerada y
secreta"[xvii].
Tanto se esmeró el ayuntamiento en su tarea policiaca que la compañía de
ferrocarriles se quejó que tal exceso de celo había provocado la paralización
de las obras en dos ocasiones.[xviii]
LA HUELGA GENERAL DE 1854
La situación de
tensión mencionada estalló el 23 marzo de 1854 con una huelga de tejedores en
las dos grandes empresas textiles de Sants, el "Vapor Vell", de Joan
Güell y "La España Industrial". El paro se fue extendiendo por otros
oficios y localidades, en la que ha sido calificada como la primera huelga
general de Cataluña.[xix]. El 31 de marzo, el
alcalde escribía al gobernador:
"Nada alarmante ha ocurrido hasta ahora en este distrito municipal, pero puedo asegurar á V. E. sé por desgracia se presentan algunos de esos malevolos que tratan de alterar la paz y sosiego de que afortunadamente disfrutamos y que aun recuerdan con horror las vicisitudes sufridas en los pasados disturbios."[xx]
Gracias a esta misiva sabemos que la huelga se extiende desde Sants mediante
piquetes, y que con anterioridad hubieron "disturbios que se recuerdan con horror" en relación a la
cuestión obrera. Es probable que se refiera a episodios del conflicto del Prat
dels Mahons que desconocemos. Las autoridades
amenazaban y, como siempre, recurrieron al ejército para imponer el orden, su
orden. El comandante del Regimiento de infantería de Navarra nº 25, de Sants,
le decía al alcalde de l'Hospitalet, el 2 de abril:
"Procurará V. S. Hacer comprender á la gente trabajadora, que no oyré reclamacion alguna que no la hagan ya desde sus talleres, y el que no concurra á ellos será considerado como vago, y en su consecuencia preso como se ha hecho yá con muchos de la capital y embarcados en buques de guerra para ser transportados lejos de este pays. Si en el dia de mañana no concurrieran los trabajadores á la Fabricas hará V. S. que los dueños le den relaciones de los que han faltado con espresión de su estado domicilio y Pueblo de su naturaleza y desde lugo dispondra V.S. que todo trabajador que (?) por las calles sea preso y conducido a la Ciudadela."[xxi]
Hasta el último día
de la huelga, el 3 de abril, estuvieron llegando activistas que mantenían la
coordinación de la misma, lo que delata una organización obrera importante,
cuyas ramificaciones llegaban a l'Hospitalet[xxii],
donde los trabajadores de la más importante fábrica de entonces, "La
Aprestadora Española, S.A.", acabada de inaugurar, se habían sumado a la
misma.[xxiii]
Plano de 1861 donde se aprecia como el crecimiento de Sants ha llegado a l'Hospitalet. La Aprestadora está señalada.
|
La huelga de
marzo-abril de 1854 (consultad la tesis de Joan Fuster a partir de la página 390) se extendió por l'Hospitalet y muchos otros lugares, a
pesar de que las consecuencias eran bastante terribles: la deportación o las
mazmorras de la Ciudadela. De la misma forma que la movilización obrera nos
llegaba de Sants, algunos hospitalenses que trabajaban en la localidad vecina
eran activos militantes obreristas. Es el caso de Baudilio Poch, residente en la calle de Santa Eulalia, quien fue
encausado por la Comisión Militar como uno de los promotores de la huelga.
EL MOVIMIENTO OBRERO DURANTE EL BIENIO PROGRESISTA
I
En julio de 1854 un pronunciamiento militar quitaba a los moderados
del poder y ponía a los progresistas, inaugurando un bienio de dominio político
de estos últimos. En principio, los progresistas tenían un talante más
permisivo y receptivo en relación a las asociaciones y reivindicaciones
populares de todo tipo, pero cuando éstas llegaron a ciertos puntos, su
actuación no se distinguió en mucho a la de los moderados.
En julio,
coincidiendo con el cambio político mencionado, las huelgas se reprodujeron en
sesenta fábricas, y entre aquel mes y noviembre se llegó a un acuerdo, basado
en el reconocimiento del derecho de asociación, la negociación colectiva y los
jurados mixtos y las mejoras concretas para cada oficio, como aumentos de
sueldo, reducción de la jornada (para los tejedores quedó en 69 horas
semanales), prohibición de las "selfactinas" (unas máquinas que
dejaban en el paro a muchos hiladores), etc.
En toda la segunda
mitad del año 1854, el Capitán General Ramón de la Rocha estuvo a la defensiva
y, como hemos señalado, tuvo que transigir con la mayoría de las reivindicaciones
obreras, en un contexto marcado por una terrible epidemia de cólera. Las
legalizadas, desde septiembre, asociaciones obreras crearon un órgano superior,
la Unión de Clases (en aquella época, clase significaba oficio), que luego, en
enero de 1855, se convirtió en Junta Central de Directores de la Clase Obrera.
Hasta mediados de 1855 los bien organizados obreros se enfrentaron con éxito a
los cada vez más desbordados empresarios, cuyas respuestas fueron
paulatinamente más débiles. En octubre de 1854 aún tuvieron fuerzas para
realizar un cierre patronal, que, según el ayuntamiento hospitalense, provocó
el hambre entre los jornaleros. [xxv]
II
En este contexto,
se produjo otro conflicto laboral en "La Aprestadora Española, S.A."[xxvi],
del que tenemos alguna información. De hecho, conservamos dos versiones del
mismo. La pimera es la de Tomás Serra, concejal de l'Hospitalet, que afirmaba:
"El Abajo firmado certifico como el fabricante S. D. Jose Poch llamó á sus trabajadores a mi casa la noche del cuatro de nove. de 1854, los cuales habian desamparado su trabajo por el motivo de trabajar dia y noche y no poder ganar su sustento: el cual delante de mi quedaron convenidos en trabajar once horas todo el año, con el semanal de 16 pesetas. Prometiendoles qe. no se vengaria de ningun trabajador, ni tomaria ningun otro qe. no fuese de la sociedad; siendo asi qe. ahora trata de quitar todos los asociados y poner otros que no lo sean, no habiendo faltado ningun trabajador á su obligacion."[xxvii]
La segunda es la de
José Poch, ahora director de la empresa que compró la suya meses atrás y con
experiencia en estos temas, que decía:
"Que Tomas Serra es jornalero, inquilino de D. Jose Poch á quien está debiendo tres meses de alquiler. Que no hubo el contrato que refiere dicho Serra; sino puramente lo siguiente: los trabajadores dela fabrica de la Sociedad la Aprestadora Española cuyo director es el Sor. Poch, trabajaban á destajo y ganaron semanalmente mas de quince pesetas inclusa la temporada del colera: despues dijeron que querian trabajar á jornal y unicamente ocho hora y media: entonces fue llamado el Sor Poch, que se resistió á tal exijencia, para una conferencia puramente privada y amistosa, en la cual se fijaron once horas de trabajo y nada mas, sin que se contratase por un año ni por tiempo fijo, y sin que se obligase Poch á no tomar ningun trabajador que no fuese de la sociedad, pues unicamente expresó el Sor Poch que le era indiferente que perteneciesen á ella. Así las cosas y despues de haber transcurrido algunas semanas, el Sor Poch tomo un mayordomo y un muchacho nuevos, y entonces uno delos trabajadores dijo que todos ellos se marcharia si no se despedia al mayordomo y muchacho citados, como realmente lo ejecutaron. Por tal causa el Sor Poch ha tomado gente nueva que trabaja á su completa satisfaccion, y me ha manifestado que por lo mismo no considera que haya ninguna desavenencia pendiente ni nada que arreglar" [xxviii]
Estas declaraciones
se realizaron a petición del gobernador civil Ciril Franquet, que pedía al
ayuntamiento que interviniera y que mediara para solucionar el conflicto.
Gracias a ellas podemos reconstruir el planteamiento del mismo, pero,
finalmente, no sabemos nada de su resolución. También nos permite, estoy
convencido, reconstruir la huelga de octubre de 1853, pues casi se repiten los
protagonistas y el escenario. Las piezas de los puzzles de las que disponemos
coinciden en ambos casos, por lo que lo que sabemos de más de uno de ellos nos
ayuda a entender el otro. Unas demandas laborales son planteadas por los trabajadores,
previamente organizados y asociados, y se llega a un acuerdo con el patrono o
directivo, el cual, para debilitar a los trabajadores, contrata a otros que no
estaban asociados. La respuesta de los primeros es ir a la huelga.
Es destacable la
conciencia que tenían los trabajadores de las empresas del sector del blanqueo
y apresto del textil de Sta. Eulàlia de la importancia y la eficacia de la
sociedad obrera. En este sentido, debemos recordar que la mayoría de ellos eran
de la Bordeta y del resto de Sants, lugares que se habían manifestado como los
más combativos del incipiente movimiento obrero catalán y español. Conviene
insistir aquí en que el barrio de Sta. Eulàlia surge en torno a 1850, cuando el
crecimiento de la Bordeta a lo largo de la carretera supera el límite
municipal. Y ese movimiento obrero blandía el derecho de asociación como la
primera de sus reivindicaciones, porque ya tenía muy claro que era casi una
condición indispensable para poder elaborar y pedir las siguientes.
III
También en ese
contexto de aceptación por parte de las autoridades progresistas del movimiento
obrero y hasta de implicación en la mediación de los conflictos laborales, el
23 de marzo de 1855, se celebró una reunión entre la Junta y los dirigentes de
las asociaciones de tejedores de casi 40 localidades, entre las que se contaba
l'Hospitalet. De esa reunión surgió el acuerdo que tres comisiones de obreros
recorrerían los pueblos de la provincia donde hubiera tejedores manuales para
"anivelar, en union con los señores
fabricantes, el precio que debe pagarse por canas la mano de obra."[xxix].
En la línea conciliadora mencionada, Franquet escribía a los alcaldes para que
ayudaran a los comisionados y contribuyeran al "buen éxito en tan recomendable obgeto; procurando el restablecimiento
de la buena Armonia entre ambas clases"[xxx].
L'Hospitalet era, pues, uno de los 40 pueblos y ciudades de la provincia de
Barcelona que tenía en aquel momento una asociación de tejedores manuales.
Esta asociación era
descrita por el alcalde, a petición del gobernador civil, en julio de 1856, de
la siguiente manera:
"Con carácter de sociedad de operarios de fábrica no existe ninguna en este pueblo, solo si una reunion de 12 ó 20 tegedores de algodón que se ausilian mutuamente; pero que carecen de fondo alguno. Con todos esos individuos puedo contar por hallarse empeñados en el sosten del órden, del trono de nuestra Augusta Reyna q.D.g. y de la Constitucion, siendo cuasi en su totalidad individuos de la benemerita M.N. de este pueblo."[xxxi]
IV
Pero la situación
de ofensiva obrera no podía ser admitida por la burguesía y, como siempre en
estos casos, recurrió al ejército. El nuevo Capitán General, Juan Zapatero,
reorganizó la reacción. Impuso el estado de guerra y, el 21 de junio de 1855,
prohibió las asociaciones obreras y decretó la pena de muerte para los
agitadores obreros, a los que se equiparaba con los carlistas (hoy dirían que son ETA, o terroristas de otro signo).
El 2 de julio
los obreros de Barcelona y alrededores, Igualada, Vic, etc., fueron a la
huelga. En Sants fue muerto el fabricante y político Josep Sol i Padrís.
Aquella tarde una multitudinaria manifestación llegó al Pla de la Boqueria con
una bandera roja con esta inscripción "Viva Espartero. Asociación o
muerte. Pan y trabajo". La huelga duró hasta el día 11, cuando un emisario
de Espartero llegó de Madrid con promesas vagas. El balance de la huelga fue
más bien negativo para los obreros, que desde ese momento tuvieron enormes
dificultades para desarrollar su derecho a asociarse, verdadero caballo de
batalla del momento. A partir de julio de 1855 fue el obrerismo el que se
encontró a la defensiva.
Bando del 21 de junio, con el significativo título de "A la clase obrera" |
Amparándose en las
promesas del gobierno se intentó explotar la vía institucional y se tiró
adelante una campaña de recogida de firmas en apoyo a una Exposición presentada por la clase obrera a las Cortes Constituyentes
redactada por Pi i Margall. En dos meses se recogieron 33.000 firmas, de las
cuales 22.000 lo fueron en Cataluña. Las reformas sociales demandadas quedaron
encalladas en los debates y comisiones parlamentarios en los meses siguientes.
En
noviembre de 1855 se volvieron a producir conflictos en La Aprestadora. De los
mismos apenas nos han quedado cuatro cartas, que nos informan que tres obreros
de esa empresa se dirigieron al Gobierno civil con una solicitud, sin duda
pidiendo su ayuda y mediación como hiciera una año antes. El Gobierno civil
informa al ayuntamiento y le ordena que recabe información de las diferentes
partes y elabore un informe. Como vemos, parece una repetición de los hechos de
los meses anteriores. El director de la fábrica argumentó que llevaba un mes en
el cargo y que "ignoraba quienes
eran los sugetos que la firmaban [la solicitud] e ignoraba si el tal caso había
sucedido"[xxxii].
Pi i Margall |
De
las siguientes semanas conservamos dos citaciones judiciales a personas
vinculadas con La Aprestadora[xxxiii].
Parece tratarse de una queja de unos trabajadores despedidos por un motivo
sindical. El "caso" pudiera ser un conflicto laboral, si no, no
hubieran recurrido al gobernador civil para denunciar su situación, y el hecho
de que el nuevo director no les conociera puede deberse a que fueran despedidos
antes de su llegada. En cualquier caso, parece un ejemplo más de cómo encaraban
el movimiento obrero las autoridades progresistas, escuchando a los
trabajadores después del conflicto pero sin poner soluciones reales.
En
julio de 1856 la reacción conservadora empezó a movilizarse. El Gobernador
civil envió un oficio a los ayuntamientos para saber como estaba de organizada
la clase obrera en cada localidad, pues sabía que el obrerismo podía ser uno de
sus principales apoyos o enemigos. El alcalde de l'Hospitalet le respondía con
la carta reproducida en la cita xxxi: "con todos esos individuos puedo contar".[xxxiv]
En
aquel mismo mes los progresistas eran sustituidos en el gobierno de Madrid por
los moderados. Narváez volvía y Espartero volvía a irse. Las tropas del Capitan
General Zapatero tuvieron que emplearse a fondo para aplastar los importantes
núcleos de resistencia popular al cambio de régimen en Barcelona y localidades
de su entorno (así como en Tarragona, Reus, Vic, etc.). Bien podemos imaginar
que alguno de esos tejedores manuales de los que hablaba el alcalde de
l'Hospitalet participaron en esos enfrentamientos.
Concluímos el texto con una imagen de las "fábricas satánicas" que decía Sewell en el párrafo con el que hemos comenzado. Una pintura poco conocida que me impresionó en el Museo de Oviedo. Será el escenario de buena parte del movimiento obrero en las siguientes décadas.
Concluímos el texto con una imagen de las "fábricas satánicas" que decía Sewell en el párrafo con el que hemos comenzado. Una pintura poco conocida que me impresionó en el Museo de Oviedo. Será el escenario de buena parte del movimiento obrero en las siguientes décadas.
Después de una huelga, José Uría y Uría (1895). |
[i] Arxiu de l'Hospitalet "Varis s. XIX"
[ii] "Las luchas
que el proletariado industrial llevó a cabo en la época estudiada [1830-1857]
iban encaminadas a conseguir tres aspiraciones fundamentales, un salario adecuado
a sus necesidades mínimas, reducción de la duración de la jornada de trabajo y
la seguridad en la ocupación. De forma secundaria se interesaban por la
reglamentación del trabajo de las mujeres y los niños, las condiciones
higiénicas de los lugares de trabajo, etc... Pero por encima de todo luchó por
conseguir el derecho de asociación -como hemos visto durante este periodo las
asociaciones estuvieron casi siempre prohibidas- ya que se creía que ésta era
la única panacea para conseguir sus aspiraciones." IZARD, M. La Revolución industrial en España, 1968, pàg. 231-232
[iii] BENET, Josep i MARTÍ, Casimir. Barcelona a mitjan segle XIX. El moviment
obrer durant el bienni progresista (1854-1856), Bercelona, Curial, 1976,
pàg. 220
[iv] Id, 222
[v] AH
"Correspondència 1842"
[vi] AH "Matrícula industrial
1836-81", "Correspondència 1858" y "Foment i varis:
1840-1880"
[vii] En La
Federación, diario obrerista, se escribió el 25 de diciembre de 1869:
"son muchos los fabricantes de tejidos á la mano que trasladan sus
fabricaciones de una poblacion á otra, con el pretesto de querer proteger la
poblacion donde van á establecerse, siendo así que no es mas que para rebajar
mas y mas el precio de la mano de obra..."
[viii] Hay que tener en cuenta que Barcelona
tiene el récord mundial de levantamiento de barricadas. Sólo en el periodo
1835-1843 se produjo alrededor de una decena de revueltas, motines o
"bullangas".
[ix] AH "Governació s. XIX-XX"
[x] El Prat dels Maons era uno de los diversos
prados de indianas que existían en la Marina hospitalense. Estos prados eran
extensiones en las que se tendían al sol las indianas, piezas de algodón ya
tejidas, para que se blanquearan. Sabemos que existía en 1829 y que en 1841 lo
compró José Poch, que instaló calderas para el blanqueo.
[xi] AH
"Correspondència 1853"
[xii] Id.
[xiii] Id.
[xiv] Id.
[xv] Id.
[xvi] Id.
[xvii] AH
"Correspondència 1854"
[xviii] Id.
[xix] v. BENET i MARTÍ: op. cit., pàg. 235 y IZARD: op. cit., pàg. 236.
[xx] AH
"Correspondència 1854"
[xxi] Id.
[xxii] Id
[xxiii] POBLET, "Societat ipolítica...", pàg. 61
[xxv] Id.
[xxvi] La Aprestadora Española compró el Prat
dels Maons en noviembre de 1853, y comenzó su producción a las pocas semanas.
Hasta que cerró en 1868, fue la industria más importante de l'Hospitalet.
Además, fue la primera industria de la que tenemos la certeza que utilizó
máquinas de vapor en la localidad.
[xxvii] AH "Correspondència 1854"
[xxviii] Id.
[xxix] BENET y MARTÍ: op. cit., pàg. 637.
[xxx] AH
"Correspondència 1855"
[xxxi] AH "Correspondència 1856"
[xxxii] AH
"Correspondència 1855"
[xxxiii] Id.
[xxxiv] AH
"Correspondència 1856"