En julio de 2019 escribía un artículo para el diario digital La Estrella que comenzaba así:
“Siempre he pensado que no he de estar orgulloso de algo que tengo o soy por causas ajenas a mis esfuerzos. Si he tenido la suerte de nacer en l’Hospitalet, en el seno de mi familia, etc... no debería manifestar mi orgullo por todo ello: no es mérito mío.
Sin embargo, comienzo a sentir la necesidad de manifestar tal orgullo cuando, desde el clasismo, alguien puede referirse a mi ciudad y a sus habitantes de forma despectiva. La burguesía siempre ha despreciado a la clase obrera, como la nobleza despreciaba a los villanos, de tal forma que hoy todavía nobleza y villano tienen significados bien ilustrativos.”
Más adelante, seguía así:
“Por eso, cuando desde la derechita, la derecha o la derechona nos dicen que no son ni feministas ni machistas o que también hay que celebrar el orgullo heterosexual, hay que recordarles que a los hombres no nos matan por ser hombres, ni a los heterosexuales nos persiguen por serlo.
Las tres derechas ya lo saben y dicen esas cosas para provocar, porque viven de la provocación y de la bronca mediática en los muchísimos e importantísimos medios que les apoyan. El objetivo es perpetuar la desigualdad y la discriminación, y eso no lo podemos permitir desde nuestro orgullo de clase obrera.”
En estos momentos, primera semana de diciembre de 2022, l’Hospitalet es objeto de una campaña mediática, o más bien es utilizada para una campaña mediática, protagonizada por bots de extrema derecha, con contenidos racistas y clasistas.
Básicamente, se afirma que hay mucha delincuencia e inseguridad y que esta situación se debe a la inmigración extranjera. Los conflictos provocados en torno al cantante Morad y la derrota futbolística de la selección española frente a la marroquí ponen el énfasis en las personas de origen magrebí.
Ya hemos sufrido antes ese estigma. Los murcianos de la Torrassa eran el espantajo hace cien años y los poligoneros o las chonis en las últimas décadas.
Frente a quienes nos desprecian por ser pobres, nos consideran chusma, nos envuelven en delincuencia y nos dicen como aquella diputada pepera de rancia estirpe caciquil “que se jodan”, hoy más que nunca hay que sentir orgullo de ser de l’Hospitalet.
Porque la gente de nuestra ciudad ha luchado por todas las causas justas en los últimos siglos junto a la de Barcelona y las otras ciudades próximas. Hemos sido pioneros/as en el asociacionismo obrero, cooperativista, coral y de jubilados y pensionistas; hemos sido escenario del antifranquismo, de luchas vecinales y feministas.
Porque en Can Serra se dieron los primeros pasos de la lucha que acabó con la mili. Porque en Bellvitge empezó la movilización contra los abusos en el recibo del agua. Porque en diversos barrios se forjó un modelo de esplais que hoy es imitado en muchos países. Porque algunas de las mejores experiencias pedagógicas de la actualidad han surgido en nuestras aulas.
Y todo eso, en un contexto de inmigración constante, en el que los nuevos habitantes de la ciudad se sumaban a las luchas y a las creaciones. Y también en un contexto de problemas sociales, entre los que siempre estaba la delincuencia, como en todas partes.
Por todo ello, siento orgullo de mi ciudad, obrera y mestiza, porque su gente ha mejorado la vida de todos/as, incluso la de quienes ahora la utilizan y se burlan de ella. Porque a Justa Goicoechea y a Mercè Olivares las sucederán Karla o Ashley y a Quico Sabaté y a Mateo Revilla (al que despedimos hace poco) les sucederán Marc o Mohamed.
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